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patria no es el eucalipto / que planté en protegido rincón el gesto altanero del señorito, 

asoleado, / sufre en invierno y apenas remonta en pri- sombrero en mano
mavera. / Año a año se a anza, / ya no tiene la nostalgia 
seguro de sí.
de la humedad del aire /tierra donde naciera, / allá, en el 

cono Sur» (“Geórgica”, 37).
Papá vuelve a su tierra,
De otras latitudes viene la rúcola. Viene de mi ciu- 
recogiendo las redes de su vida como quienes
dad; de Padua viene ([Como tantas otras cosas.], 39):
—empujados, por no decir, forzados— 

cruzaron hace décadas el Atlántico.
Como tantas otras cosas Allí, frente al río pardo,

la rúcola se aclimata
—que de plata no tiene ni su brillo— 

aunque mantiene un vínculo secreto con su ciudad cumplió un destino
de origen.
para quedarse luego  jado en un estante entre Unamuno 

y Mozart

Comprada en un mercado abierto de Padua a quienes dedicó su diletante vocación dispersa.
un domingo gris del mes de mayo

llegó su semilla en una maleta
Desempaquetado,

y se esparció por el campo.
en lo alto de mi biblioteca de libros uruguayos 
Papá espera ahora su viaje de nitivo

Fue delicada mata al principio en una urna sellada de cerámica de Teruel.

y necesitó de atención y cuidado. 
Hoy
Un día de estos nos iremos juntos a lo alto del cabezo, 

—años después—
amurallado recinto que domina el pueblo

es la sabrosa maleza con que se alegran las ensaladas en
última morada de nuestros antepasados.
verano.

Allí,

Nadie diría que no es de aquí, al pie del pino donde ya tengo un agujero de un metro 
si no fuera por el fuerte acento,
cuadrado,

entre amargo y perfumado,
y no hay otro rumor que el silbido entre sus hojas 

con que mantiene tan vivo su origen.
del aire que lo azota
(¿has escuchado otro árbol que no sea el pino

Gea. Del mito, pues, nos llega esa tierra simbólica y 

nutricia de Anteo, a cuyo lema se amparan los poemas capaz de darle voz al viento del modo que lo hace?)
de Fernando Aínsa. Tierra que alimenta: al hombre y a 

su poesía. Tierra, la de Teruel, siempre lista para acoger lo dejaré con un sentido “hasta luego”, 

a sus hijos. Naturaleza madre, nunca madrastra. El poe- pues lo tengo decidido
ma, muy intenso ([Papá está disimulado en mi equipaje], y espero que mi voluntad se cumpla: 

81-83), con que Fernando Aínsa concluye Aprendizajes cuando me abrace la dama del abismo, 

tardíos y con el que yo quiero terminar, ha de ser leído con la que me tuteo y dialogo,
como un testamento:
aquí vendré

a descansar,

Papá está disimulado en mi equipaje.
—a mi vez — 
Viaja con pasaporte español y cédula uruguaya a tu lado.

envueltas en un plástico

y sin otro papeleo:
Oliete 
esos certi cados, autorizaciones previas
Septiembre, 2005-Mayo, 2006

y partidas de estado civil añejas

que exigían celosos funcionarios municipales, 
evitados gracias a su hábil escamoteo entre mi ropa.



Papá no se ha delatado en la aduana. 
Ya está en casa,

la mía,

la que fue suya,
donde tengo la foto en que se apoya sobre el guardabarros

del primer auto que llegó al pueblo,


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