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contingencia, pero las trans gura y las transciende; que («Trocadas ramas mechan en tronco ajeno»,
acepta la duda, pero también la revelación. Poemas don- dijo el poeta sobre este o cio que más bien debie-
de ética y estética están fuertemente vinculadas.
ra ser arte)
Si hay que decir de los ascendientes, por supuesto
lo acompañan y le abren el camino Horacio y Virgilio No hay engaño posible.
(¡nunca le pregunté a Fernando si la elección del pro-
A golpes de azada, acelgas, judías y lechugas se alinean
loguista de la edición venezolana también se debe a su con ese impulso vertical de todo lo que crece.
nombre!). Pero les debe mucho también a dos mujeres
extraordinarias: a la uruguaya Amanda Berenguer (por Conocedor del orden natural
algunas imágenes resplandecientes) y a la polaca Wis- se hace respetar cuando las cosecha
lawa Szymborska, Nobel de Literatura de 1996, «la auto- y, precavido,
ra de “el silencio de las plantas” / (esa poeta de nombre guarda la simiente
impronunciable)» ([¿Qué es esto de las raíces?...], 80) con porque aquí todo lo mide con un ritmo cíclico
que comparte la idea de un diálogo —el con “las enraí- del que han desaparecido las horas, minutos y segundos,
zadas”— necesario e imposible.
ese tiempo lineal que dictaba antaño mi agenda
La maravilla delante de los fenómenos de la natu- y de los que aprendo a su lado
raleza rige todo el poemario: «Pasan los años / y no dejo —poco a poco—
de extrañarme. / Cuando de los árboles caen las hojas
a borrar sus trazos.
/ —otoño dorado entre los chopos— / el níspero orece
/ y bordonean tenaces las abejas» ([Pasan los años.], 35);
o, «Me sorprendió del campo la línea tan bien tendida,
Con sutil ambigüedad, Aínsa declina el tiempo, con
/ la sombra de las matas alargadas / en ese atardecer del la melancolía de lo perecedero por una naturaleza cuyo
regreso. / Era la primera vez que, tras la esquiva convale- fulgor anuncia la caducidad o bien con la alegría por
cencia, / algo cansado, / pero con alegría / abría las per- una naturaleza que justamente por su orecer fugaz, por
sianas sobre la huerta» ([De esta patata nueva.], 31). Para el límite temporal de su esplendor, hay que disfrutar y
escribir líneas también pueden ser el motor las líneas del gozar.
paisaje, la geometría del espacio.
Se impone con toda plenitud el “pensiero poetante”
La cifra que marca el conjunto, desarrollándose con de Aínsa (para decirlo con el sintagma feliz de Antonio
variantes, es el tiempo que de alguna manera le da título Prete que de esta manera de ne la escritura de Leopar-
al libro y tema también.
di), su pensamiento que se va con gurando mientras se
Sentir con la tierra, descubrir su «ritmo secreto» teje el discurso lírico.
(“Aprendizaje tardío”, 34), asimilarse al orden natural en Algunos ejemplos:
una simpatía esencial con la naturaleza casi despersona-
lizándose por el deseo de integración total a «sus secre- De esta patata nueva
tas leyes» ([¿Qué es esto de las raíces?...], 79) es uno de estos cuyo sencillo sabor degusto
aprendizajes tardíos.
con una chorrada de aceite este mediodía,
Dice Fernando en el poema que le dedica a José como podría hacerlo otro cualquiera,
([José es dueño.], 55-56):
vi su blanca or no hace tanto ([De esta patata nueva.], 31);
José es dueño de un secreto calendario U otra modalidad:
que pregona al ritmo de la luna
y sentencia cuando menos lo esperamos.
Frutas a punto de morir
Del ajo a rma: «ni en Navidad en casa, yacen en mi plato.
ni en San Juan en la tierra».
No hace ni una hora
De cuando la sazón se apropia del fruto un cordón las uncía a la cloro la de sus vidas.
conoce el latido,
Tenían todavía la ambición de ser
cuestión de menguante o creciente la uva, buen mosto y mejor vino
según la hortaliza
el melocotón, frasco y almíbar
la planta o la arranca
la ciruela, deliciosa compota laxativa.
—¡más nunca se equivoca! —
Todas ellas
Oteando el cielo
—como tantos otros—
ha hecho del injerto
perdidas las esperanzas
un capítulo de la Astronomía.
frustrada su vocación
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