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sin otro destino
¿Fueron raíces las que unían a la barra de muchachos

terminan siendo devoradas ([Frutas a punto de mo-
que bajábamos a la playa las noches de verano 
rir.], 33).
y freíamos pescado sobre la arena
de aquel Montevideo ahora evocado?

Sería interesante re exionar sobre el tránsito de ¿Fueron raíces las que se arrancaron
naturaleza viva hasta las extremas condiciones de na- 
cuando el aire se hizo irrespirable?
turaleza muerta. Fernando percibe, como Amanda ¿Qué fueron de ellas los años en que cambiaste de 

Berenguer, la frontera de este proceso de sublimación, lengua,
capta la potencia transformadora y  ja el estatuto de un 
cielo y compañera?
tiempo nuevo: ya no eliminación de la vida, sino nueva 

condición, porque la metamorfosis es metatropía, con- Errabundo trabajador,
quista de otro estado, de otra forma, de otro lugar, de cosmopolita, por entonces sin saberlo,

otro tiempo. Para Fernando, y creo que le proviene direc- voluble viajero

tamente de Amanda, la metamorfosis es palingénesis, ¿arraigado dónde?
por lo tanto, restitución de una vida nueva, extrema y Imaginabas otras vidas posibles

extraordinaria experiencia biológica de la naturaleza que como un juego de piezas intercambiables 

se hace gustar. Una plenitud gozosa, pagana, epicurea —cuentos, destinos alternativos—
(no hay que olvidar la escuela en Atenas denominada cuando te asomaste

justamente “El jardín” donde se enseñaba el arte de
a la orilla del Pací co

vivir y ser feliz) que sabe disfrutar de los placeres ele- en Papudo
mentales cuya gama, en Aprendizajes tardíos, comprende y mirabas seducido las vetustas casas de madera

las «intensas acelgas de sabor metálico» ([Tras mucho hogares de otras existencias que podrías haber vivido 

deambular.], 19), el «sencillo sabor» de la patata ([De esta o novelabas los caserones en Normandía
patata nueva.], 31), «el fuerte acento, /entre amargo y con sus persianas bajadas en el invierno interminable, 

perfumado» de la rúcula ([Como otras tantas cosas.], 39), desde una bicicleta alquilada en la estación.

«el olvidado sabor ácido» de la manzana ([No quisiera 
desmentir su redondez.], 40), «el perfume intenso» del ¿Raíces?

ajo (“La sospecha con rmada”, 41).
Las tienen ellas,

Sabiduría de vida y experiencia de escritura coexis- cuya silenciosa vocación botánica 
ten continua y estrechamente en estos poemas, todos José cuida con esmero. 

imprescindibles, en los que los hechos recuperados de Arraigados vegetales

una marginalidad cotidiana reciben el aura de un detalle árboles plantados en sus trece
que los cristaliza. La verdadera poesía, se sabe, está he- orientados hacia el sur, 

cha de cosas de siempre que de pronto se revelan porque callados,

Fernando Aínsa no necesita ni la ideología ni la retórica: creciendo a su ritmo, 
en él y en su obra habita la poesía de la vida, la única a la palmo a palmo,

que deberíamos darle este nombre.
como indican sus secretas leyes.


El tiempo, hemos dicho, como cifra de Aprendizajes Aunque fuera del viento pasajero encaramado 

tardíos. Pero hay también otra cifra fuerte, muy fuerte, por tantos años

el espacio: el aquí y el allá en que tanto se ha debatido el ahora me digo
pensamiento crítico, pero no solo, de Fernando.
—algo más sosegado—

«¿Qué es esto de las raíces?», se pregunta Aínsa
al modo de la autora de “el silencio de las plantas” 

en unas densas páginas ([¿Qué es esto de las raíces?], (esa poeta de nombre impronunciable)
78-80), casi como para siglar su propia biografía (que
que la relación unilateral entre ellas 

se condensa en proyecciones vegetales, en movílisimas —las enraizadas—

imágenes del tiempo y de su  uir), y como para siglar la y yo
imposibilidad de un balance  nal:
no va mal del todo,

aunque la conversación entre nosotros 

¿Qué es esto de las raíces?
sea tan necesaria como imposible.
Las tienen ellas, plantas y árboles,

 jados al paisaje desde el primer brote
A la extranjería dedicará Fernando su ponencia  nal 

hasta el rayo que los parte o la hoz que las siega.
en este encuentro. De hecho, la identidad es el núcleo de 
¿Por qué debo tenerlas yo,
toda su obra. Es aquí donde Fernando proyecta también 

personaje provisorio de tan diversos escenarios?
esta preocupación, incluso en la vida vegetal: «De esta


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