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Reseñas


Fernando Aínsa: Resistencia del aire



M. Martínez-Forega



Fernando Aínsa Resistencia del aire. Poesía (2007–216). Sevilla, Renacimiento, 2018







Fernado Aínsa llega tarde a la mientos para otorgarles la fuerza léxi- 

poesía. Publica su primer libro de ca que los muda en frutos verbales ya 

poemas con setenta años, raro ejem- trascendidos; los convierte en valores 
plo de provectismo poético que des- ecuménicos. En este reto tiene mucho 

miente cualquier célebre precocidad. que ver la existencia; la existencia 

Ni Rimbaud, ni Keats, ni Corbière, ni tomada en su extracción etimológica, 
Mácha, por ejemplo, habrían imagi- en el sentido de aparición, de salida al 

nado siquiera semejante fuerza expre- exterior, pues ningún conocimiento 

siva a esa edad.
de algo es lo suicientemente pro- 
Aprendizajes tardíos se redacta
fundo y radical si no comienza por 

en pretérito imperfecto y, además,
descubrir el lugar y el modo dentro 

se escribe en el paraíso encontrado del orbe que es la vida. Éste es el ver- 
de Oliete, en ese huerto junto al río dadero signiicado de la realidad, lo 

Martín que, de la misma manera que que surge ante nosotros, lo que existe 

para Leonardo Sciascia lo fue Sicilia, ajenamente a un yo que Aínsa ha sa- 
será para Fernando su gran metáfora bido inscribir en sus poemas tras des- 

topológica.
cubrir el lugar (la poesía) y el modo 

Bodas de oro presenta cierto estoi- (un pasado traído al presente). Vivir 
cismo de raíz senequista, una especie memorias apela al recuerdo puro de es muy probablemente haber vivido, 

de temblor sereno que, a veces, se un tiempo inscrito en la pubertad
aunque de todo lo contingente que la 

distancia con ironía o entra de lleno y la juventud. La importancia de la vida nos ofrece, vivir es también ha- 
en la sosegada observación de esa amistad y de la relación familiar que, ber leído, si nos atenemos a las condi- 

presencia de la compañera cuyo hábi- con dolor a veces; con nostalgia otras, ciones de la escritura como ejercicio 

to reúne reproche y ternura siempre vierte una mirada nítida sobre un transformador de la realidad que es, 
conducidos por el amor traspasado pasado bien perilado.
al in y al cabo, lo que la poesía persi- 

de tiempo, pero que tiene su ancla en Tenemos, por lo tanto, un con- gue. Asunto que a Aínsa le es extraño 

aquella primera playa que ignoraron junto de textos capaz de juzgarse sin en la medida en que forma parte de 
las mutuas miradas.
riesgo como las memorias poéticas de una realidad externa, pero que en

Clima húmedo es un ajuste de Fernando Aínsa, escogidas, eso sí. él conforma a su vez una memoria 

cuentas con el pasado, aunque un Pero esos períodos que se acumulan ediicante encargada de construir su 
ejercicio de observación puntillista en el presente para desvelarlos e ilu- presente lírico; de ahí la presencia de 

de lo cotidiano, signo del progresivo minarlos no serían nada si no conclu- autoridades que actúan de pórticos 

deterioro en el que las cosas, los obje- yeran por adherirse a la irme convic- del discurso poético o se entreveran 
tos, se transforman en intangibilidad ción de que “vivir es haber vivido”, en los versos encontrando perfecto 

iltrada por la decidida emoción del axioma de André Gide y que hace a acomodo.

poeta.
ambos tan resumidamente próximos. Al modo krausista, adopta la 
Poder del buitre sobre sus lentas alas
Ya nos advierte Aínsa en el poema actitud hierática del observador que 

se asimila a un permanente ensueño preambular que hará recuento de piensa: su mirada describe y su pen- 

de vuelo, de la materia transmutada parte de su vida; sin embargo, con ser samiento escribe dando así pábulo a 
en inmanencia espiritual, una suerte la vida un in regido por la utilidad, la comunión inicial de forma y con- 

de metempsicosis personal, privada, no es éste el asunto que el iltro de la tenido que luego han de constituir 

que atestigua, en ina paradoja, la memoria rescata en los poemas; al los argumentos de la linealidad en 
fuerza de la decadencia biológica.
contrario, se sirve de sus útiles, de sus el espacio y en el tiempo de la escri- 

Capitulaciones del silencio y otras
rutinas, de sus más pueriles aconteci-
tura, pues, en efecto, escribir ha de


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