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Antonio deine como “el genial in- otros. No hay forma de moderarlo. Ni recuerdos de esa época van unidos a
ventor de la fantasía balompédica”.
algunos achaques, minucias para un situaciones y vivencias que rozaban
***
nonagenario ya cumplido, le invitan al la miseria. El pudor me impide entrar
No sabemos cuál fue su camino
reposo, al merecido descanso. Misas, en detalles y reseñar episodios concre-
de Damasco. Si sus padres, sus pro- sermones, funerales (bodas, bautizos, tos, pero es fácil comprender que una
fesores, su tío aquél que era socio del
extremaunciones.), y artículos, li- familia numerosa que no tiene más
campo de Torrero, que lo sacó del “ten- bros, viajes. Como aquellos valientes recursos económicos que el menguado
dido de los sastres” y lo llevó al “gol
del Séptimo de Caballería, parece sueldo del padre, debía encarar la vida
de pie” para ver fetén los partidos. El
querer morir con las botas puestas en con graves carencias en la vivienda, la
niño, ahora adulto, lo cifra así: “Llegó el cumplimiento del deber, que él se comida, el vestido, la higiene, la escue-
la hora de la llamada de Dios y me fui ha impuesto a sí mismo aceptando en la y, en suma, en todos los niveles en
al Seminario”. Torrero era una “renun- 1949 un contrato de por vida. Creo que
que se desarrollan los primeros años
cia” (entre comillas) por algo superior. lo hace porque se sabe inmortal. No de la infancia.
O inevitable. La forza del destino, o
olvidemos que creció junto al silencio Por lo demás, vivir desde los seis
de las circunstancias. De hijo iba para del más allá, en Torrero, junto a un
hasta los 24 años en el cementerio de
Padre, para Padre con mayúsculas. Iba camposanto.
Torrero, aislado de todo núcleo pobla-
“
para cura, para sacerdote. Y en 1949, cional, a bastante distancia del barrio
irmó un contrato que “me ataba para y a kilómetro y medio de mi centro
siempre al servicio de Dios y de los Recibí la ordenación escolar me impedía conectar con
hombres, mis hermanos”. Hombres, sacerdotal el 3 de abril de chicos de mi edad, pertenecer a una
hermanos, todos hijos. Padre, con ma- pandilla de chavales o compartir sus
1949. Ese día (.) Rubriqué la
yúsculas.
diversiones, aventuras y trastadas. To- “
mejor carta de libertad que
Desde entonces una vida im- das mis relaciones infantiles quedaban
propia, propia solo para los demás: un hombre pueda suscribir reducidas a los recreos en el horario
aligidos, enfermos, moribundos, en esta vida
escolar. Fuera del horario de clases en
fallecidos. Por voluntad propia, con los días laborables y durante toda la
consentimiento pleno: “El 3 de abril de jornada en período de vacaciones, la
ese año rubriqué la mejor carta de li- Pero él sabe que ese silencio es geografía de mi infancia no rebasaba
bertad que un hombre pueda suscribir terrenal, que otras voces nos esperan las lindes del cementerio y sus alrede-
en esta vida”. ¡Qué fuerte!, que diría para compartir la palabra, la amistad, dores. Una buena parte de mi tiempo
un moderno malparlante. Y vuelvo al la hermandad de lo absoluto. Esa no libre lo ocupaba en regar sepulturas y
lema de su sacerdocio, escrito en los es su esperanza, es su creencia, aun- limpiar nichos, tarea que compartía
recordatorios de su ordenación (3 abril que haya gastado, consumido su vida con mis hermanos y que nos permitía
1949) y de su primera misa (7 de abril en llevar esa esperanza a los demás. aportar una leve ayuda a la escasa eco-
de 1949): “Dios me ha enviado para Gracias, claro, a su creencia. Al niño nomía doméstica. Para ir a la escuela
evangelizar a los pobres y curar a los de Torrero, que estudió en las graveras y volver a casa, por la mañana y por
aligidos”, tomado del Evangelio de y que jugaba de interior izquierda con la tarde, debía cubrir andando casi 6
Lucas (Cap. 4, vers. 8 y ss.) y que pro- los chavales de su barrio, le había llega- kilómetros diarios. En este contexto,
viene de Isaías.
do, en su camino de Damasco, la lla- comprenderás que no recuerde haber
Y de sopetón, esa carta de libertad mada de Dios. Y en esa llamada sigue tenido amigos de infancia y que no
se hace aún más extensa: lo convierte hasta que Dios quiera., hasta que hayan quedado en mi memoria hue-
en periodista, en hombre de radio,
Dios quiera hablarle a su diestra, más llas de celebraciones tan infantiles
de prensa. Amplía sus parroquianos, cerquita, íntimamente, en pago por
como los Reyes Magos o la Primera
sus hermanos, sus hijos. No con su lo bien que ha utilizado su “carta de Comunión.
palabra evangélica, que para eso tiene libertad” en este mundo, por lo mucho — Veo que no te amilanas al
el púlpito, sino con el ejemplo de lo que ha repartido entre sus hermanos descubrir todo esto.
bien hecho, del rigor, de la curiosidad la bondad de Dios.
— Me limito a responder a tu
omnímoda. al servicio de los demás. pregunta. No, no me he avergonzado
El periodismo en su ética.
— ¿Cómo fue tu infancia?
nunca de mi extracto sociofamiliar,
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— Mi infancia fue dura y difícil. más bien me ha hecho sentirme or-
El hijo y el padre, con los años,
Tercero de cinco hermanos (tres chicos gulloso, si bien ni proclamé jamás en
se han hecho trinidad: espíritu. Pero y dos chicas), hijo de un obrero mu- público este sentimiento ni lo oculté,
sigue con las mismas, “genio y igu- nicipal y nacido en 1925, mi niñez se si fue necesario. Pero es cierto que mi
ra.”, entregado sin reserva, en servi- desarrolla en un contexto de auténtica niñez, mi adolescencia y mi juventud
cio de guardia permanente para los
pobreza, hasta el punto de que mis
hasta los 24 años en el ambiente per-
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