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Entrevista


Juan Antonio Gracia, un cura en el mundo



Juan Domínguez Lasierra


De las graveras de Zaragoza a la canonjía en el Pilar. - Un capellán para el Real Zaragoza. - 

Un liturgista metido a periodista. - El batallador de los bienes eclesiásticos





















































Juan Antonio en su mesa de la redacción del Heraldo


Creció junto al silencio del más No sabemos qué maestros tuvo a los “magníicos”, aunque fueron 

allá. Cerquita del cementerio de allí, pero los resultados no los me- los “alifantes” sus modelos, por 

Torrero. Tal vez por eso el adulto joran ni los jesuitas. Aunque uno cuestión de cronología, que todo
necesita rodearse de algún ruido, por de ellos, don Emilio, le inculcó el lo tenían que aprender por ellos 

compensar, aunque a veces busque veneno del futbol para que, andan- mismos, que ni para entrenador les 

el retiro, el monasterio de Leyre, por do los años, llegase a ser capellán llegaba. Pero se ijaban mucho y la 
ejemplo, para meditar en lo profun- de futbolistas, que ya es ocupa- vida los había hecho listos como el 

do del existir. Fue a la escuela muni- ción rara. Don Emilio organizó un hambre. Nuestro chaval jugaba de 

cipal Joaquín Dicenta, a la que, tras equipo, que los propios escolares, interior izquierda, no sabemos si de 
la guerra civil le pusieron Ramón porque se criaban muy despiertos, interior en punta o retrasado (dicho 

Pignatelli. Pero uno u otro nombre bautizaron como el Sirio Club De- en su sentido técnico, porque de lo 

daban igual, porque todo el mundo portivo, demostrando su aplicación otro ni hablar). No existían aún las 
la llamaba “la escuela de las grave- de las lecciones de geografía cós- estrategias tácticas ni había nacido 

ras”, que por algo sería.
mica. Aquellos chavales auguraban
Carlos Lapetra, que el adulto Juan


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