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camino de la exigencia, extremando un tema de conversación. Hay, pues, tices la relación del espectador con
la conciencia de la complejidad de un uso perverso de la función social su propia percepción del mundo.
los problemas. En ocasiones puede
de las artes escénicas que es preciso Una actitud que se vale de la auto-
no ser fácil distinguir en cuál de
tener en cuenta.
conciencia para eludir las trampas
las dos direcciones podemos situar En cambio, el concepto de arte, de una supuesta relación directa e
algunas propuestas. Éste es uno
con toda su polisemia, parece que inmediata con el referente de la per-
de los aspectos de la uidez de la puede quedar más a salvo de ese cepción. También aquí se observa
situación actual de las artes escéni- género de perversiones. Siempre
una continuidad de fondo con la
cas, que una vez más no es posible
me parece preferible hablar de arte tradición moderna que podemos
cali car de positivo o negativo así que hablar de cultura. En todo el hacer arrancar del formalismo ruso.
en general. Es preciso un esfuerzo conjunto de la tradición moderna, La ambigüedad del término
de análisis de cada caso concreto, la relación del arte con la política ha
“formalismo” se presta fácilmente
situándolo en un contexto general, sido más fructífera cuanto más ha a desprestigios inmotivados. A n
artístico, ideológico, político.
ido en dos direcciones opuestas y de cuentas, se trata de no cerrar los
complementarias. Por una parte, la
ojos a los mecanismos por los que
Arte, cultura, política
tradición del arte más directamente nos relacionamos con nosotros mis-
Otra trinidad conceptual sobre vinculado a la política y, por otra, la mos y con el mundo. Probablemen-
la que vale la pena pararse a pensar. del arte más independiente de ella,
te es una precaución especialmente
También aquí parece, de momento, más autorre exivo. Las zonas inter- necesaria en el teatro, que trabaja
que la cuestión es también la de
medias aparecen a una mirada re- con un discurso indirecto, con
dar la primacía a una u otra de esas trospectiva menos capaces de plan- signos que son siempre signos de
dimensiones. Excluyo de antemano tear preguntas, más acomodadas a signos, o bien comportamientos que
la dimensión pura y obviamente las respuestas previas del consenso remiten a otros comportamientos.
comercial, que seguramente no re- cultural.
En de nitiva, la actitud que con
quiere de especiales cautelas: está En las tendencias actuales creo toda cautela se puede llamar forma-
ahí, muy visible, y no hay que darle que las líneas divisorias se mantie- lista o autorreferencial conecta muy
muchas vueltas, a menos que asome nen sin mucha variación. Habrá que directamente con una problematiza-
bajo otras apariencias, como ya he- ver en todo caso cuáles son éstas. ción política. Y pienso además que
mos tenido ocasión de observar.
Hay desde luego diferencias en am- muy especialmente en los tiempos
En ese trío de conceptos, el de bas direcciones.
confusos que vivimos, en los que
cultura es el más ambiguo y por ello Por el lado que podemos llamar justamente las cuestiones políticas
el más propicio a manejos interesa- autorreferencial o más propiamente se encuentran tan enmascaradas
dos. De hecho, entiendo que tiende artístico (dicho sea al margen de va- que es urgente el trabajo sobre cómo
a funcionar como una especie de loraciones, simplemente por el pre- se produce, a través de la maraña de
celestina entre arte y política: un dominio de lo que los semiólogos los medios de comunicación (o me-
mediador que no es inocente. De la llaman función estética o artística), dios de formación de masas, como
in nidad de sentidos que pueden creo que podemos hablar a su vez de dice García Calvo), nuestra relación
asociarse a la palabra cultura me dos caminos.
con lo político.
interesa destacar justamente ese Uno estaría centrado en el diá- En este contexto, la presencia
papel de mediación, encargado de logo con el propio medio (sea el tea- directa de lo político como tal en el
enmascarar lo irreductible del arte y tro, la danza, la música o sus com- teatro se ha puesto complicada. Hay
lo irreductible de la política.
binaciones). Dentro de este camino como una nostalgia, bastante in-
La adscripción de las artes hay a su vez una bifurcación. Hay útil, de los “buenos viejos tiempos”
escénicas al ámbito de la cultura una producción bastante abundante de Piscator, de Brecht, del Living
suscita interrogantes, en la medida de discursos digamos endogámicos. Theatre, del primer Théâtre du So-
en que se habla de “tener cultura” o Atrapados muchas veces en una leil, en los que la e cacia inmediata
“adquirir cultura”. Algo hay cuando complaciente fascinación por las de la política tematizada parecía
menos en el uso de las palabras que mañas tradicionales del o cio, por evidente. A estas alturas resulta
va en la dirección de la adquisición sus temas, por sus personajes, por el demasiado fácil caer en toda clase
de un valor de cambio social más
heroísmo incluso de su resistencia
de señuelos de la buena conciencia,
o menos políticamente correcto, se a la normalidad, que puede llegar a del “alma bella” que se satisface en
podría decir. La asistencia al teatro resultar fatigoso y reiterativo. Pero su armonía. Hay una contradicción
se considera una actividad de buen hay también, y cuesta establecer con desgarradora entre la urgencia de
tono, con la que se adquiere una claridad la diferencia, una actitud conectar la escena con lo político y
cultura, en el sentido nalmente de
de re exión que enriquece de ma-
la demora a la que empujan las con-
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