Page 93 - Crisis 10
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a pesar de que tuviese al susodicho resonaban en las paredes del pasillo razón bombeando, el re ejo de un 

a unos metros de distancia—. Fíjate 602. Il costruttore podía sentir la vi- pato en el agua, un asteroide que 
en que este hombre ni se inmutó 
bración de las suelas de los zapatos  ota y gira suavemente, el ojo de un 
cuando Coney le tiró el castillo. Y al golpear con la fría piedra en todos huracán, una lata de refresco, una 

eso que el capullo se reía como un y cada uno de sus naipes.
caracola, una escalera con dos pel- 
desalmado cuando los naipes vola- 
Porque eran suyos.
daños rotos, una confesión, la au- 
ron como plumas. Reía de tal ma- Cada carta, cada esquina re- rora boreal, el tapón de una bañera, 

nera como si el que tuviese los sesos dondeada del cartón funcionaba el suspiro de un monje budista, la 
fritos fuese él —Jack hizo una pausa 
como una terminación nerviosa
brisa nocturna de la playa, otra hoja 
mientras los dos observaban por de su propio sistema biológico. El que cae del mismo árbol, un libro 

unos segundos la montaña de cartas castillo y el preso eran uno solo. Un ardiendo, un niño riendo, el último 
—. Hay algo que no debe funcionar encaje perfecto. Un alma humana, 
suspiro, luces fosforescentes en un 
bien en la cabeza de este tipo. Lle- llena de pelos y uñas, en perfecta pasillo, una camilla, lágrimas, una 

va años sin soltar una palabra, sin armonía entre sotas y doses, reyes, bombilla que estalla en mil pedazos 
quejarse siquiera de los golpes que dieces y comodines que se elevaban 
y otra que se enciende.
de vez en cuando repartimos con las a despecho en un mundo que giraba Las imágenes se sucedían entre 

tonfas. Le cayó la perpetua y parece a través de un universo de fuerzas
las paredes en perfecto equilibrio 
que, el muy tarado, va a conseguir y movimientos incoherentes; una 
de cada celda triangular. Como
terminarla con voto de silencio.
torre que trasladaba al preso a otra si el Aleph de Borges se pudiese 

Otra pausa de varios segundos. dimensión, a otra nebulosa oculta capturar entre picas, rombos, 
Los maderos casi podían sentirse para la mirada profana y trivial de tréboles y corazones. Como si el 

hipnotizados por la rejilla de naipes.
los guardias de seguridad.
cosmos, como si toda la realidad 

—Il costruttore se limitó a re- Porque en cada triángu-
pudiese concentrarse allí, en cada 
coger las ruinas de su edi cio sin lo perfecto, en cada célula de la celda isoscélica, mostrando una 

siquiera dedicarnos una mirada de colmena de cartón, Il costruttore po- parte del todo. El todo de una parte.

rechazo. De hecho creo que ni si- día experimentar, observar, viajar a La grandiosidad de la realidad 
quiera levantó la cabeza. Se limpió través de una ventana abierta al Uni- absoluta, su inmensidad, su masa 

un poco las babas con la manga del verso. En cada casilla un lugar dis- y gravedad atrapadas en algo tan 

mono de presidiario y, como si no tinto, una imagen en movimiento, frágil y volátil como un castillo
hubiese nadie al otro lado de las re- como cientos de diminutas pantallas de naipes. Nebulosas, galaxias y 

jas, cogió otras dos cartas y comenzó que retransmitieran directamente
sistemas estelares sostenidos por el 

a construir.
la cadena televisiva del mismísimo vibrante equilibrio del papel contra 
—¿Y nada más?
creador del Todo.
el papel.

—Y nada más.
Una hoja cayendo de un árbol, Il costruttore observaba, bucean- 

Las pausas en la conversación
la explosión cegadora de una do con la mirada en los miles de 
eran más pesadas cada vez. No
supernova, un hombre pegándole
millones de imágenes que centellea- 

lo comentaban entre ellos, pero a su mujer, una piedra plomiza
ban en cada una de esas ventanas 

interiormente podían sentir como y polvorienta rodeada de una cósmicas.
sus sentidos eran atraídos como por extensión infinita de granos de Unos metros terrestres más 

arte de brujería por la pirámide.
arena, un mechero y un cigarro, una allá, Coney dio un portazo al cerrar 

—Debe de ser duro saber que gaviota, una vela que se consume, la sala de cámaras donde estaban 
nunca vas a salir de una misma habi- el nudo de una corbata, una copa, los guardias reunidos. La onda 

tación. Por muy hijo de puta que se la Tierra vista desde miles de mecánica se expandió por el aire, 

haya sido en un pasado —dijo Jimi kilómetros en el espacio, luz, un por cada átomo de fría materia que 
mientras se rascaba la entrepierna calcetín arrugado sobre una silla de separaba la celda 147 de la sala de 

inconscientemente.
madera, una hormiga ahogándose seguridad.

—Supongo. En  n, volvamos a en una gota de lluvia, la punta de El castillo de naipes se derrumbó.
las cámaras. Estoy empezando a ma- un lápiz, un neutrón que vaga, un Il costruttore parpadeó, cogió dos 

rearme con tanto cartón entrelazado. señor espiando por una ventana cartas de entre los escombros y co- 

No sé cómo el viejo puede estar tan- mientras se lleva la mano a la bra- menzó a construir.
to tiempo con la mirada  ja en ese gueta, una pistola, el pensamiento Los guardias permanecieron 

maldito laberinto sin echar la pota.
de un cangrejo, un enfermero, un encerrados, con la mirada extraviada 

Los guardias de seguridad grifo, una mosca que se posa en el entre las decenas de pantallas con 
se alejaron en dirección a la sala mástil de una bandera, una mujer imágenes grisáceas de las cámaras de 

de cámaras mientras sus pasos
quitándose el maquillaje, un co-
seguridad de aquella prisión.


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