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Enrique, de quien se convirtió en cuadro nos recuerda que los mortales una sinfonía, con coros y solistas 

buena amiga, y a todas sus esposas áásomos náufragos, peregrinos en un incluídos, como la Novena, cuan- 
posteriores. El cuadro muestra a
mundo que se mueve bajo nuestros 
do uno no puede escuchar nada? 
una mujer serena, elegantemente pies. Somos una balsa que apenas flo- Porque todo está en la cabeza. El 
ááé
ataviada. Será muy rica porque el ta entre el cielo enfurecido de la tor- viaje musical de los escuchantes

rey le ha regalado tierras y castillos a menta y el piélago profundo, agitado 
es muchas veces un viaje interior

cambio de una nulidad matrimonial éñááe infinito. El pintor nos ha querido al fondo de nosotros mismos. Y el 

sin escndalos. Mira al espectador érecordar lo que somos, peregrinos del del compositor también. El caso de 
con una ligera sonrisa y con un ric- óéómundo y de nosotros mismos.

Beethoven es muy especial. Como 
tus amable, aunque distante. Es un óNuestra percepción del mundo él mismo escribió en una carta tes- 

retrato idealizado, pintado para se- a través de los sentidos tiene algo
tamento con poco más de veinte 
ducir a un rey; pero al contemplarlo de eternidad: en ellos no existe ni el años, el Arte lo salvó de la deses- 
áá
no nos importan sus mentiras, en la íespacio ni el tiempo. Nos llega un peración que sufría a causa de su 
éó
mirada de Ana vemos lo que será su perfume y nos transportamos al mo- sordera. El Arte es la tabla, la balsa 
vida despus: viaj desde Alemania mento en que lo sentimos por pri- del náufrago que se aferra a ella 

a Inglaterra para convertirse en rei- ñmera vez. Igual que un sabor. Igual para sobrevivir. El artista sobrevive 
óá
na, y nunca lo fue, pero no volvi a que la música. No existe el tiempo gracias a la música que crea. Los 
su tierra. Sigui en tierra extraa el cuando hablamos del Arte. Esa es oyentes lo hacemos gracias al proce- 

resto de su vida, sin tener un papel otra de sus características. Contem- so creativo del artista, que perdura 

definido en ella. Ana de Cleves mira plamos y escuchamos lo mismo que en el tiempo y en nuestra memoria. 
de frente, ni una sombra enturbia
alguien creó hace siglos. Alguien que Podríamos repasar mentalmente 

su rostro en el cuadro. Pocas veces nunca sospechó de nuestra existen- óímuchas piezas aprendidas, aunque 
ó
un pintor ha retratado un rostro tan cia tantos años después. Al escuchar áno fuéramos capaces de escuchar- 
desnudo, sin buscar la sonrisa ms una pieza musical hay algo de eterno ílas exteriormente. Los compases

á
enigmtica. Ana nos mira y nos retorno, al pasado que no compar- de las sinfonías de Beethoven, o de 
í
anuncia que sobrevivir a pesar de timos con su compositor, a su pre- óálas óperas de Wagner nos acompa- 
hacerlo en una jaula y con la identi- sente, que queda en la partitura y el áñarán incluso en los momentos en 

dad robada. El tiempo no enturbia el aire, como esas ondas que conservan éque dejemos de oír. Solo entonces 
éó
mensaje del cuadro.
el sonido por los siglos de los siglos. nos pareceremos a Ludwig y enten- 
En el Museo del Louvre se en- El compositor, como creador que
deremos cómo fue capaz de sentir 

cuentra tambin el tercero de los es, sobrevive a travs de sus obras. la música dentro de sí mismo. La 

cuadros, «La balsa de la Medusa»3, Wagner indag los arcanos míticos
música sobrevive en nuestra memo- 
de Thodore Gricault. Un grupo de y la esencia de los sentimientos más ória, en nosotros incluso después de 
óó
nufragos sobrevive penosamente sublimes y ms bajos en sus peras. escucharla. Como los olores y los 

sobre una balsa, mientras alguno de No podramos imaginarlo sin los sabores de la infancia en las viejas 
ellos hace seas a un barco lejano, del compases de la «Liebestod» de Isol- casas de la niñez.


que no sabemos si se acerca o se aleja. da, o sin el leitmotiv de los gigantes El Arte nos salva de nosotros 

Si se acercar o se alejar. Los prota- en el «Anillo». Hasta su muerte
mismos, de nuestra contingencia 
gonistas del cuadro tambin dan la en Venecia tuvo algo de impostura mortal. Trascendemos gracias al á

espalda al espectador para mirar al trascendente: muri en el Palacio Arte, no solo cuando creamos, sino 
í
barco y al mar embravecido; eso hace Vendramin y su fretro naveg en cuando contemplamos, escuchamos, 
que el espectador se convierta en un una gndola hasta el cementerio de leemos lo que han hecho otros para 

nufrago ms. Mirar el cuadro le re- la isla de San Michele. Los muertos sobrevivirse. Somos peregrinos ante 

cuerda su posicin en la vida. Desde venecianos cruzan la laguna para mares de nubes, ante mares embra- 
antiguo el barco ha sido smbolo del llegar al ms all. Hacen su peregri- vecidos, ante nosotros mismos, ante 

ser humano que navega en el mar,
nacin, su naufragio para alcanzar los espectadores que nos rodean, nos 

a veces sereno, a veces tormentoso, la tierra prometida, para volver al miran, ante todos aquellos con los 
de la vida. La contemplacin de este
paraso perdido. Y lo hacen como si, que compartimos la vida. Sea la vida 

en vez de muertos, fueran personajes estar dentro de un cuadro, de un 

de la mitologa griega y cruzaran la libro, de una partitura, o sea la vida  
3 La balsa de la Medusa
laguna Estigia.
ese espejo en el que nos miramos 

Beethoven compuso la mayor cada da.
                  
                                
parte de su obra cuando estaba El Arte, esa balsa en la que                                        
casi prcticamente sordo. ¿Cmo todos intentamos salvarnos de ser                                      
                                
se puede tener en la cabeza toda
nufragos eternos.
                                  
                             

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