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menos largos, más o menos fructífe- es sino una manera de buscar esa ¿Qué les pasa a esos personajes que 

ros, Don Quijote tiene que regresar trascendencia: Prometeo, Dédado
forman parte ya de nuestra vida, 
a su pueblo, pues es la condición 
e Ícaro, Adán, Eva..., quieren hacer incluso más que muchos de nuestros 
impuesta por el mentido caballero ííaquello que les está prohibido, aque- vecinos y de nuestros parientes? ¡Po- 
íé
de la Blanca Luna, vencedor del úl- úllo que pertenece solo a la divinidad, dríamos escribir tanto sobre ellos! 
timo desafío. Vuelve Don Quijote, í
y son castigados por ello. Los dio- Me detendré solo en tres conocidos 
enferma, hace testamento y muere. éses no quieren que los mortales se cuadros.

í
Pero cuando muere, ya no es el caba- áconviertan en dioses. «Yo os habría El primero será «El caminante 
llero que en realidad nunca fue. «Ya ññ, de Caspar 
hecho dioses|». Lord Byron también ante el mar de nubes»1
donde hubo pjaros antaño, no que- équería ser dios, como casi todos los David Friedrich. Está en un museo 
í
dan nidos hogao. Fui don Quijote poetas románticos: se conformó
de Hamburgo, pero yo lo vi en una 
de la Mancha, y soy ahora, como he con acostarse con su hermana y con exposición en Madrid. El especta- 
í
dicho, Alonso Quijano...» El héroe morir en una guerra por la indepen- dor camina entre el mar de cuadros 
í
recupera su nombre, su identidad, údencia de un país con el que tenía cuando se lo topa de frente. El prota- 
en sus ltimos momentos. Tras to- ííestrecha e intensa relación estética, gonista está de espaldas, igual que el 
ó
dos sus periplos, el viejo lector de Grecia. Relación estética, es decir, espectador. El mar de nubes no deja 

novelas de caballera vuelve a ser él necesidad de supervivencia. El viaje de ser el propio lienzo, y el especta- 
mismo, y no el personaje que se ha a Grecia y a Italia de los románticos dor no es otro que el caminante, que 

creado. Su vuelta a casa es una vuel- era una necesidad de volver al pa- mira lo inesperado, lo desconocido, 

ta a s mismo, un regreso al tero raíso negado. Como el Grand Tour la infinitud, la eternidad, la nada... 
materno, a la identidad; por tanto, al de los viajeros del norte al Medite- áéNo vemos el rostro del personaje 
é
paraso perdido.
rrneo, a la tierra de las ninfas, de éporque el caminante somos nosotros 

Escribir es sobrevivir, sobrevi- los templos de piedra, de los lienzos mismos. Nuestra expresión ante la 
virse. Unamuno escriba para ser palaciegos. Son viajes que son bús- óénada seguramente es la misma que 

inmortal. Don Juan Manuel con- quedas de la propia esencia, del pro- íla de él, la misma expresión que 
Í
trolaba cada detalle de la edicin de pio yo, de la taca de cada uno, que énecesita creer que las nubes no son 
sus obras, ya en la Edad Media. Los es la misma para todos.
vapor de agua que se deshace como 

poetas chinos de la dinasta Tang Y no son viajes unidireccio- óla niebla, sino que son eternas. El 
ó
escriban sus leves y breves medi- nales, sino que son regresos. Se écaminante proyecta en ellas su ne- 
taciones porque a pesar de querer regresa a lugares en los que nunca cesidad de sublimación, como hace 

vivir «el aqu y el ahora» tenan una se ha estado, porque es como si los óel espectador con el cuadro. Como 

necesidad de trascendencia, al igual tuviramos en nuestro cdigo ge- hacemos todos.

que los autores del Romanticismo, ntico, y volviramos a ellos. Como óíEl segundo cuadro será el «Re- 

viajeros del sueo y de la tierra.
las tortugas que dejan sus huevos trato de Ana de Cleves»2, firmado 

El viaje tambin es una manera en la misma playa, generacin tras por Hans Holbein, y que está en

de escribir nuestra vida. El viaje es generacin, como los salmones que el Museo del Louvre de París. Ana 

un reflejo de esa necesidad de vivir hacen lo mismo en glidos ros des- fue la cuarta esposa de Enrique 

experiencias diferentes a las de nues- pus de ascender por cascadas im- VIII de Inglaterra. Cuando el rey la 
tra vida cotidiana. Un viaje tiene posibles. Todo viaje es un retorno. vio, se dio cuenta de que el retrato 

siempre algo de regresar a una parte Toda contemplacin lo es.
mentía, no le pareció lo bastante 

del paraso perdido que nos fue ve- Un paseo por las grandes pi- hermosa para él y la recluyó en un 
dada, prohibida, esa esencia de la nacotecas del mundo nos hace ala del castillo, donde Ana vivió 

que fuimos expulsados. Por eso, nos encontrarnos con personajes que hasta su muerte. Ana sobrevivió a


parece que cualquier lugar que visi- sobreviven en los lienzos gracias al 
tamos nos pertenece de manera na- artista que los pint. Hay un porcen- 
 
tural. Nos hacemos fotografas ante taje muy bajo de obras en las que no 1 El caminante ante el mar de nubes

                  
edificios, ante paisajes lejanos, por- aparezca al menos un ser humano.                                
que de esa manera nos traemos en la Existen muchos paisajes, bodegones,                                   
                             
maleta, en la retina, en el recuerdo, animales muertos o vivos, pero la                             
                      
aquello que consideramos nuestro. gran mayora de los cuadros muestra                              
Aquello que creemos que forma par- a personas. Personas en el mundo, 2 Retrato de Ana de Cleves


te de nosotros y de lo que nosotros es decir, en el espacio y en el tiempo.  

tambin formamos parte.
En una casa, ante un paisaje, miran- 
Tambin es de esa necesidad de do a travs de una ventana, viviendo, 

la que surgen los mitos. El mito no
muriendo, recibiendo noticias...



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