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diato por el Episcopado Español para Le Monde, los Cuadernos de la editorial años a sus órdenes en la reforma con- 

asesorar a la Comisión Episcopal de Ruedo Ibérico y la revista La Table ciliar de la liturgia, A lo mucho que 
Liturgia y, más tarde, por Paulo VI, 
Ronde. Los lunes compraba L’Équipe sobre su igura he escrito en el Heraldo, 
para colaborar en la aplicación de la para saber cómo iba mi Zaragoza fut- añadiré aquí un dato desconocido, 

Instrucción conciliar Sacrum Conci- bolística
pues no quise que trascendiera a la 
lium sobre Liturgia. Asimismo, se me 
En resumen, tuve la suerte de opinión pública. En tres ocasiones, 
encargó dictar cursos especiales de estudiar y habitar París en unos años aceptó mi invitación personal a com- 

liturgia en la Universidad Pontiicia de en los que el cine, la literatura, la can- partir conmigo y con amigos míos un 
Salamanca en su sede de Madrid y a 
ción, el teatro, la ilosofía, la música,
almuerzo en Zaragoza. No hace falta 
formar parte del Consejo de Dirección el arte, la teología, la Iglesia, la política decir que los tres encuentros fueron 

de la Revista PHASE de investigación pasaban por un período de ebullición. memorables.
Litúrgica, editada en Barcelona. Varios Bastaba acercarse al Deux Magots, el 
Pocos días después de su jubila- 
obispos españoles me llamaron para Flore o el Procope, los tres cafés más ción, nos recibió en Madrid al director 

organizar cursos en sus diócesis y dic- famosos de Paris, para encontrarse del Heraldo y a mí. La larga crónica que 
tar conferencias sobre temas litúrgicos.
con la intelectualidad francesa del mo- 
publicó el diario sobre este encuen-
Especialmente intensos fueron mento. No pocas veces vi en el Flore a tro fue ampliamente recogida en los 

los años en que, bajo la presidencia del Sartre en conversación con Simone de medios informativos. Era la primera 
cardenal Tarancón, dirigí en Madrid Beauvoir, en una mesa que el estable- vez que Tarancón hablaba con plena 

el equipo de consultores que realizó la cimiento tenía reservada permanen- libertad, sin el freno de la prudencia 

primera traducción del latín al caste- temente a disposición del ilósofo. Y, que le exigían sus altos cargos y res- 
llano del Misal y estableció el nuevo por si fuera escasa mi participación en ponsabilidades Por eso, nos dijo cosas 

calendario litúrgico para España. En los acontecimientos religiosos y civi- tan nuevas como sabrosas.

esta tarea nos ayudó mucho la doctora les de cada día, mis amigos franceses — ¿Y “tus” curas?
Jimena Menéndez Pidal.
me invitaban a visitar algunos de los — Valga uno por todos. José 

— Pero tuviste que dejar París., santuarios de la música, el deporte, la María Leminyana, párroco de Roda 

con nostalgia.
escena, el espectáculo y la gastrono- de Isábena. Desde que le conocí, ha 
— París marcó en mi vida un mía. Ciertamente tenía razón Virgilio representado en mi conciencia el ejem- 

antes y un después. Paris cambió por cuando escribió en la Eneida aquello plo de un sacerdote piadoso, humilde, 

completo el sesgo de mis ideas sobre d“e “ a u d a c e s f o r t u n a i u v a t ”
culto, austero, alegre, trabajador, en- 
el sacerdocio, la Iglesia y la vida toda. tregado por completo al servicio de los 

Me enseñó, sobre todo, a saber leer e demás, un verdadero hombre de Dios, 
No he llegado a 
interpretar los signos de los tiempos. un iel trasunto de las bienaventuran- “
Experimenté lo que los griegos llaman obispo porque Dios ha sido zas vividas con una impresionante 

una metanoia, un cambio radical, una misericordioso conmigo y sencillez. No he conocido a ningún 

transformación, una especie de con- ama a la Iglesia
clérigo más metido en los problemas 
versión. Yo era otro. Tan a gusto me de este mundo y, a la vez, más en con- 

encontraba en París que estuve gestio- tacto con Dios. Un místico y un pastor 

nando con el arzobispo, cardenal Fel- — ¿Quiénes han sido “tus” de almas, de una pieza. Un cura de 
tin, mi incardinación en la archidióce- obispos...?
pueblo y, a la vez, un monje solitario. 

sis. Por eso sufrí lo indecible cuando el — He tenido siete arzobispos. Un personaje ciertamente excepcio- 

arzobispo Morcillo me obligó a regre- Ninguno aragonés, a pesar de mi nal, cuya palabra y ejemplo no dejaba 
sar de inmediato a Zaragoza.
permanente campaña en los medios indiferentes a nadie. Un hombre in- 

Obedecí al prelado a regañadien- informativos para que ocupara la sede dispensable en la recuperación de los 

tes, pero, luego, he vuelto a París ini- cesaraugustana un clérigo de nuestra territorios eclesiásticos oscenses some- 
nidad de veces para celebrar bautizos, tierra. Pero “mis” obispos han sido tidos durante siglos a la jurisdicción de 

bodas y funerales, para mantener vivas dos, don Damián Iguacen y el carde- la diócesis ilerdense.

las relaciones con españoles y france- nal Tarancón. De ambos he aprendido — Me permites que te pregunte, 
ses surgidas en las más variadas cir- mucho. El primero me sigue enseñan- como hacen tantos de tus amigos, 

cunstancias, para visitar mis librerías do cuando voy a verle a su retiro de las ¿por qué no has llegado a obispo?

preferidas. Siempre he dicho que, al Hermanitas de los Ancianos Desam- — Sí. He tenido —y aún vive 
menos en mis tiempos de estudiante, parados de Huesca. Rebasados ya los alguno— varios condiscípulos y 

París era la Capital Internacional de la cien años, sigue siendo mi maestro y alumnos míos que han sido excelentes 

Cultura, por lo que había que retornar mi ejemplo.
obispos. ¿Por qué yo no? Porque Dios 
de vez en cuando para estar al día de lo De don Vicente Enrique Tarancón ha sido misericordioso conmigo y ama 

que se cocía en el mundo. Para eso leía
no acabaría de hablar. Trabajé varios
a la Iglesia.


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