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Verdad


Verdad y tiempo



Adrián Alonso Enguita



Se puede realizar una conexión entre la temporalidad sostenida por cada civilización y la 

verdad que de ella emana. De esta manera, rastreando esas temporalidades, podremos 


de nir diversas verdades


“Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó in nitos males a los aqueos 


y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes...”.

Ilíada, canto I, verso 1.
































Engrama del tiempo (Óscar baiges)

Es así como Homero, ese aedo vuelva a ocurrir, no le queda lejano. pasado para hacerlo vivo y en la vi- 

ciego del que poco sabemos y del Tampoco a Ortega cuando nos seña- vencia de ese pasado erigido desde 

que siempre dudaremos, comienza la la historia como el banco de prue- la tradición —oral— moldeamos
la gran narración épica de la anti- bas de la humanidad. Pruebas ante el presente que nos arrastra hacia 

güedad. Esa diosa, esa musa, Mne- lo que vendrá, ante lo que volverá. Y un futuro que ahora, solo ahora, en 

mosyne, no es otra. La memoria. Pero en este tiempo —este es el núcleo— rito, sabemos cómo será. Y esta es la 
es una diosa. Y la diosa tiene el sa- la verdad es la autoridad. La autori- verdad.

ber, tiene el conocimiento. Lo tiene dad del que sabe, del que recuerda, Pero es entonces cuando ante la 

porque recuerda, su memoria es de del que conoce porque ha vivido. Es alétheia del poeta, del aedo, incluso 
futuro, y lo es en tanto el futuro ya la alétheia del mito, del hombre oral del sacerdote —todos ellos maestros 

fue, y el pasado será. Es la verdad del que se esfuerza por de nir el presen- de verdad—, hay quien se atreve a 

que recuerda lo que pasará. Noso- te desde el pasado para con gurar
decir “no”. Es un no rotundo, seguro, 
tros no; como mortales no podemos y, por tanto, adelantar el futuro. Es consciente y peligroso. Peligroso en 

recordar un tiempo que no vivimos el rito. Es la ceremonia que levanta dos  los: en el de la sociedad limi- 

o que hemos olvidado. Letheo nos lo los muros de lo posible, los límites tada por la alétheia de ese maestro
ha arrebatado. Pero la musa recuer- de lo pensable, las lindes de nuestra de verdad que ve un temblor en sus 

da en un tiempo que es cíclico. Es identidad. Cada semana, cada anua- seguridades —y pocos miedos hay 

un tiempo que a Tucídides, cuando lidad, repetición del proto-pasado, peores que el que nos arroja fuera 
dice que nos contará qué ha pasado vuelta al contrapresente (que decía del espacio de confort— y en el del 

para que sepamos qué hacer cuando
Jan Assmann). Reconstruimos el
valiente que, poniendo su integridad


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