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Tiempo de utopías
Lo imposible necesario
Juan Domínguez Lasierra
Utopía, utopía. ¡cuántos críme- formidad del café para todos, que suele
nes se han cometido en tu nombre! ser a la postre muy insípido. Porque
¡Pero cómo no sentirnos impelidos por hay muchas clases de café, salvo para
lo utópico! No seríamos verdadera- las utopías, que solo hay una, la desca-
mente personas, seres humanos.
Terriblemente humano (Mauro Ala Razor)
feinada. Qué le vamos a hacer. Porque
Todos somos utópicos. En mayor en el fondo de toda utopía, por muy
o menor grado, en su objetivo indi- De todas formas, aquella queren- altruista que sea, anida el totalitaris-
vidual o altruista. Soñamos con ser cia utópica de mi juventud nacía en mo: un escenario perfecto, igual para
millonarios o con un mundo de perfec- un caldo de cultivo muy propicio, la todos los hombres, no tiene en cuenta
ción, en el que imperen la libertad y la revolución estudiantil del 68, el mo- que la felicidad es individualista, que
justicia. Sin un fondo utópico, qué fal- vimiento hippie, la irrupción de los la perfección es subjetiva, y que, en un
ta de perspectivas en nuestra vida, qué Beatles. La política de la or en toda progrom utópico, alguien, algunos, han
cruda frustración vital, qué inanidad su ingenuidad adolescente. Todavía de decidir en qué consiste lo perfecto.
existencial. Sin ese ramalazo utópico quedan náufragos –dicen– de aquel Lo que más se ha acercado en nuestra
estaríamos aún en la época de las ca- deslumbramiento en algunas islas me- sociedad a esos intentos de perfección
vernas. Así que viva la utopía, manque diterráneas –que el frío y el hippismo es la democracia, que ya se dice que es
pierda. Porque pierde batallas, pierde no casaban bien– con ancianos arru- el menos malo de los sistemas políticos.
guerras, pero aun así sigue, impertérri- gados como pasas que han sobrevivido Pues a él deberemos conformarnos,
ta, esperando su oportunidad.
a base de coles e insectos.
con todas sus limitaciones. Y, sin em-
Hace años, siendo jovencito, me Aunque antes estuvieron las bargo, necesitamos creer en el mejor de
asaltó el interés por lo utópico. Cómo utopías de mayor calado político, los los mundos posibles, para todos. Nos-
no, si la juventud y la utopía son inse- falansterios, las comunas, el comu- talgia del Paraíso perdido, aspiración a
parables, o deberían serlo. Y me puse nismo, el anarquismo., y ya sabemos un Cielo eterno, aquí en la Tierra.
a leer a los clásicos en la materia: cómo acabaron, a tiros o en campos Los que estamos contagiados por
Tommaso Campanella y su Ciudad de concentración. Ellas propiciaron, el virus utópico, enfermos de aspira-
del sol; Francis Bacon y la Nueva At- por ejemplo, en España la guerra civil. ciones a la justicia y la libertad univer-
lántida; las Noticias de ninguna parte, Huxley y George Orwell les dieron su sales, no nos rendimos tan fácilmente,
de William Morris; por supuesto Uto- puntilla literaria. Aunque la imagina- y siempre podemos recurrir a eso de
pía, el clásico de Tomás Moro –aque- ción creativa renacería luego en cien- la “utopía posible” –cuántas veces lo
llos libritos de la editorial Zero, tan tos de libros, fanzines, películas. que habremos empleado optimistamente
cristiano-roja, de los comienzos de nos hielan el corazón con sociedades en cientos de artículos–, aunque sepa-
los setenta.–. Todo me parecía fas- que, en pro de la igualdad, anulan la mos que es un anacoluto, porque toda
cinante, fantástico, revelador, había singularidad humana. Un desastre. utopía lleva en su misma naturaleza
descubierto mi verdadero horizonte, Un in erno.
su imposibilidad. La cuadratura del
la utopía. (marginando aspectos Si el suelo del in erno está em- círculo. Pero no va uno a andarse con
muy de época, claramente supera- pedrado de buenas intenciones, otro estas pequeñas sutilezas matemáticas.
dos). Pasión que se esfumaba en tanto puede decirse de las utopías. A La utopía encierra, en su inefabilidad,
cuanto levantabas la vista del libro, la naturaleza humana le va más la in- una aspiración irrenunciable.
porque nada a tu alrededor permitía justicia, el desorden, la competencia, Lo imposible es necesario. Este es
el menor atisbo de tal desiderátum.
la diferencia, el contraste, que la uni-
el dilema de la utopía.
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