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Tiempo de utopías


Un lugar que no existe



José H. Polo






























Horizonte (Miguel Brunet)

El simple encuentro con la Utopía, con 
Utopía
el utopismo, con ese creer que es posible 

El sol se quitaba de encima los sueños cambiar el mundo, nos ilusiona.

deslavazados y rotos de las nubes

y subía, escalando el crepúsculo, 
derramando su luz despertadora y tibia.
Ese ilusionarnos con un lugar inexistente, ese sue- 

ño de siempre que imagina lo mejor, ya es motivo para 

Los hombres despertaban, soñolientos aún, provocar en nosotros una oleada de curiosidad teñida de 
y se iban incorporando al mundo cotidiano simpatía. Sin ese creer que se puede cambiar el mundo, 

que les  ngía novedades y sorpresas
sin la redención de índole moral, social y política a la 

como señuelos para ocultar monotonías.
que se aspira, un espíritu profundo será infeliz. Y esto 
es así aun cuando tantas veces a la ilusión —es decir,

Pero todo era igual a los confusos siempres, a la esperanza— sobrevenga luego el desencanto. Este, 

vacías retornaban las repetidas horas,
el desencanto, nunca es de nitivo. Siempre marcará el 
en apariencia, sin embargo, solo nuevas
principio de una ilusión nueva, porque una cosa es el 

en virtud del olvido que las sumió en la nada.
desencanto, antesala de otro encanto al llegar, y otra el 

sentimiento  nal de la derrota. Rechazar porque sí todo 
Más tarde, cuando el día en su destino caiga anhelo utópico con el pretexto de que nunca llegará a 

(también es viejo y repetido su descenso),
realizarse en su totalidad es como un suicidio prematu- 

al declinar el sol, ya tramontano, hacia lo gris, ro, un vaciamiento completo, un sustituir lo hermoso 
otra vez la noche acudirá, embaucadora y bella.
quizás por un nunca jamás. Vivir escuchando siempre el 

“never more” del cuervo de Poe tiene que ser horroroso. 

Y volverá a dormirse en la quimera el hombre, Nunca los marinos creyeron que algún día alcanzarían 
enhiestas, vivas aún sus esperanzas falsas
la Estrella Polar, pero nunca prescindieron de conside- 

en la mañana en que, de veras, el despertar le brinde
rarla su guía.

el hermoso milagro de una vida por  n libre y distinta.
En el propio desencanto, como apunta Claudio 
Magris, existe el germen, más o menos oculto, de la es- 

Pero hay que seguir creyendo en la Utopía,
peranza. Nunca deja de existir la posibilidad de que se 

que nunca deja de parecer que viene hacia nosotros esconda en cualquier inesperado recoveco, para reapare- 
aunque, engañosa, no acaba de llegar.
cer de pronto impulsado por lo que, ciertamente, jamás 

Y, sin embargo, siempre enamorándonos.
dejará de ser real, pese a su esencia irreal: los sueños.


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