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Entre dos culturas


Conferencia sobre Ibsen

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(o buscando a Nora desesperadamente)
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Juan Domínguez Lasierra
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A la memoria de Cándido Pérez Gállego
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Ibsen. Ilustracin: Juan Tudela


Estaba anudndose su recin com- apareci en su interior. “Necesito hablar Cogió apresuradamente los folios 

prada corbata de seda, cien euros que con usted inmediatamente. Le espero de la conferencia —“El centenario de 
le haban salido del alma, pero quin se ahora en El ngel Azul. Ibsen no lo dijo Casa de Muñecas, de Ibsen”— y ya en la 

presenta ante estos auditorios provin- todo. No falte. Nora”.
recepción del hotel preguntó si queda- 

cianos sin corbata, como poco se pien- ¡Pero qu broma es esta!, se dijo ba lejos aquel café, El Ángel Azul, en el 
san que les haces de menos, que viene con un cierto malhumor, y su inme- áque “Nora” decía esperarle. No estaba 

uno en plan centralista, esos escritores diata reaccin fue abrir la puerta para lejos y si se daba prisa podría no ser im- 

que se creen que ms all de la Corte no indagar con el botones la procedencia puntual con su auditorio.
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hay sino la selva, cuando llamaron a la de aquella misiva. Pero los largos y al- El Ángel Azul imitaba en su de- 

puerta de la habitacin de aquel hotel fombrados pasillos estaban desiertos y coración —como su nombre hacía 

de escasas estrellas que los organizado- no se sinti con nimos de llamar a gri- presagiar— un cierto decadentismo ñ
res de la conferencia le haban reserva- tos al muchachito de la gomina, quien de entreguerras, con sus grandes es- 

do. Un mensaje urgente para usted, le seguramente ya estara comentado con pejos medio ahumados, retratos de í

haba dicho el botones, cinco euros de sus compaeros que el “famoso” escri- desconocidas damas aprisionadas en 
propina, porque no tena ni un par de tor era un necio despilfarrador.
recargados marcos dorados y unas 

monedas sueltas y no era cosa de que- Mir el reloj. Faltaban tres cuartos mesitas redondas, en mármoles y 

dar mal delante de aquel presumido, de hora para que comenzara la conferen- bronces. El viejo Aznavour desgranaba 
con el pelo hirsuto de gomina y la son- cia y era necesario tomar una determi- su inacabable tristeza veneciana a tra- 

risa cnica, al que seguro que le haban nacin. Era una broma, sin duda. Quiz vs de un hilo musical y, en el centro 

dicho que yo era un importante escritor de aquella amiga suya, poeta, la mejor de la sala, el chorrillo de una fuente 
de la capital. Maldiciendo el despilfa- poeta del pas decan algunos exquisitos, pastelona, con un fauno por surtidor, 

rro, total ser la nota de algn concejal que ocultaba su genio en aquella ciu- acompaaba los reiterados lamentos 

o de algn subalterno que me da la dad de provincias y que en sus escasas del chansonnier. Los asientos se ha- 
bienvenida, abri el diminuto sobre y escapadas a la capital escandalizaba los llaban ocupados por hirsutos efebos, 

una pequea cartulina de color violeta
cenculos con su aficin al whisky.
en su mayora engominados, como el


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