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nes y desengaños, sus grandezas
y muy notoriamente, en nuestra cosas más terribles pueden decirse 
í
y sus miserias. Porque la vida es dimensión espiritual. Porque no bellamente, y algunos elegidos lo 
oscuridad y claridad, y aceptarlo, 
puede entenderse esa condición hu- consiguen.

asumirlo, es salvarse, es no morir éóímana sin aceptar que está formada Ética a Laura, el tercero de

ó
en el silencio, escribiendo o no es- áíde cuerpo y alma, inseparables para los libros, es como una guía fren-

cribiendo. Que hay muchas formas éó
íóóconstruir nuestra identidad. Esa te a los escollos y tormentas que 
de escribir la vida».
óícajita de boj, su contenido de viejas acompañan la existencia. Escritora 
ó
Tres filsofos aragoneses pro- imágenes familiares, inspira el diá- y docente, Encarnación Ferré ha 
logan la trada de Encarnación ó
óúélogo protagonista, y en contraposi- dedicado este libro a su nieta Lau- 
Ferr: Pedro Luis Blasco, Andrés ción a la mítica de Pandora, libera ra, simbolizando en ella a muchos 
ó
Ortiz-Oss y Jorge M. Ayala.
los demonios y los ángeles que nos otros jóvenes, aunque su ética es

La cajita de boj, el más narrativo íconstituyen, las claves de nuestra 
de valor general. La autora, que ha 
de los tres ttulos, no deja de ser áíexistencia.
conocido las zozobras de la vida, 

una autorreflexin indirecta, en Como poema vivencial califica querría evitárselas a Laura a toda 
cierta manera dplice, pues la au- Ortiz-Osés el segundo de los libros 
costa, y aquí le transmite sus avisos, 
tora se refugia no slo en el mago, óde Encarnación Ferré, con calcula- advertencias, escarmientos... Si hay 
óó
protagonista y narrador del relato, éáéda precisión titulado Lucubraciones consejos sobre triunfos y fracasos, 
sino en el filsofo que le hace el sobre la humana condición glosadas 
la amistad y el amor, o la naturaleza 
contrapunto. De este modo se re- por lectores anónimos. Es un poema y la muerte, entre otros muchos 

suelve el conflicto de una posicin en efecto, un largo poema, tan vi- átemas, una norma los preside a 
que no quiere ser dogmtica sino vencial que aflora en carne viva, todos, la de actuar siempre, ante 

incardinada en la incertidumbre,
llevando muchas de las reflexiones ócualquier circunstancia, con senti- 
ó
o incluso en las contradicciones, de La cajita de boj a sus más perso- do ético, con congruencia moral. En 
que la razn impone y la intuicin nales consecuencias, que, por otra un preámbulo, lleno de sinceridad, 
ó
acredita. Pero la autora no quiere parte, nos constituyen a todos. Por nos confiesa Encarnación Ferré: «Y 
ó
ser omnisciente, y deja el discurso ello, la autora ha querido que unos porque estoy lejos de considerarme 
al imperio del lector.
“lectores annimos”, en otro efecto modelo de virtud, no te desvelaré 
í
Esa duplicidad de puntos de distanciador, antidogmático, glosen éómis deplorables hechos sino el es- 

vista sortea el impudor que toda ese discurso existencial, lo califi- ócarmiento que supuso llevarlos a 
reflexin propia podra provocar
quen, lo maticen, lo nieguen o lo cabo». El libro borbotea de sabidu- 
áñ
y permite a la autora una mayor compartan. No es un discurrir op- áría, sensatez, sensibilidad.

ó
libertad a la hora de exponer sus timista el que la autora nos ofrece, Y nos brinda este autorretrato, 
convicciones. Se evita as esa auto- pues el dolor, las infinitas formas íque no queremos dejar de transcri- 
é
ficcin que hoy prolifera en muchos del sufrir humano, aparecen en bir: «Mi obsesión fue siempre es- 

autores, que no tienen empacho en cada una de las lneas del poema, cribir, me resultó difícil frenar mis 
desnudarse frente al lector, acogin- como un mazazo, pero tambin quimeras, confié demasiado en mí 

dose al recurso de una falsa novela. como un aviso, una advertencia,
misma y eso me animó a transitar 

Pero permite sobre todo a la autora, tal vez un consejo, que nos permita caminos pedregosos, no odié jamás 
como decimos, plantearse sus ms sobrevivir a la zozobra que el sufri- y me arrastró el amor en su locura».


ntimas controversias.
miento impone. En este discurrir, Encarnación Ferré ha vuelto


En este sentido, la aparicin en Encarnacin Ferr somete su dolida a dejar constancia de su maestría 
esta cajita de boj de antiguas foto- escritura a una verbalidad lrica de literaria en esta trilogía de la expe- 

grafas familiares constituye un ele- una inusitada riqueza, donde el riencia. Culminación, por ahora, 

mento distanciador pero, a la vez, poso de una cultura clsica, de lo de su extraordinaria trayectoria de 
revelador de la realidad del relato, mitolgico a lo filosfico, se hace escritora.


que cobra rostro humano, lo hace reflejo que nos acompaa, no como 

cercano, cotidiano, para decirnos simple recurso retrico sino como 
en definitiva que lo que reflexionan camino de conocimiento, de ilumi- 

sus dos protagonistas no pertenece nacin, frente a los tantos fuegos 

a la esfera de lo elucubrativo, por de artificio que constituyen la me- 
muy inslito que nos parezca, sino tfora de nuestro vivir. Porque al fin 

que est en el centro mismo de la existencia es una metfora de la 

nuestra condicin vital, en nues- vida y de la muerte —tan presente 
tros orgenes. Y no solo en nuestra en este gran poema—, y se impone 

constitucin gentica sino tambin,
la serenidad como salvacin. Las



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