Page 23 - Crisis 14
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Para los que llevamos toda nues- centrarla entre los años 1939 y 1975, como uno de los momentos más
tra vida viendo películas, la palabra aunque caben muchas matizacio- divertidos de mi vida de frecuenta-
censura nos ha acompañado desde
nes en esta acotación. El inal de la dor de artistas cinematográicos, la
nuestra tierna infancia, la que dicta- guerra civil y la imposición de un conversación mantenida con el gran
ba el calendario y la correspondiente régimen totalitario con vocación
Rafael Azcona la última vez que se-
a nuestra condición de espectadores.
de preservador de una moral oicial guramente pisó nuestra ciudad.
De niños nos acostumbramos a conservadora y religiosamente ultra- Le preguntamos sobre la cen-
vivir con ella. Nuestros mayores nos montana trajo una forma de censura sura, claro. Y él vino a decirnos que
explicaban, con mayor o menor pe-
que intentó controlar todas ideas el hecho de que la hubiera les obligó
netración en el tema, que en nuestro que consideraba perniciosas para sus a devanarse los sesos más que si no
país las películas “se cortaban”. Sin intereses.
la hubiera habido, y que a la postre
mayores explicaciones. De hecho, La religión y la moral eran su
acabó siendo algo de verdad que
crecimos —unos más que otros— mayor preocupación, unidas a lo “contra la censura estábamos me-
conviviendo con “los cortes”. Tam- ideológico en unos primeros tiem- jor”. Porque al dejar de haberla la
poco nos cuestionábamos grandes pos, aunque poco a poco se fuera
cosa se desmadró en un principio,
cosas, dábamos por sentado —sobre relajando con el paso del tiempo. En dando origen a más bodrios que
todo porque nuestros mayores así lo los primeros años, mientras los nazis otra cosa, y luego vino otra clase de
airmaban— que las películas, salvo avanzaban, el cine americano nos censura —encubierta— que en el
honrosas excepciones, se estrenaban castigó sin mandarnos sus produc- fondo es en la que estamos todavía
con cortes.
c“iones.
inmersos. Aunque oicialmente no
Quienes vieron en sus años in- la haya.
fantiles películas en aquellos increí- No me resisto a contar una
Los cortes, los saltos
bles cines colegiales pueden contar anécdota que el bueno de Rafael
“
historias que ahora suenan risibles, increíbles en la narración, a nos contó en petit comité a unos
pero que en aquellos tiempos se aca- veces no eran solo culpa de pocos, que tiene y no tiene que ver
baban aceptando —a ver, qué reme- la censura oicial
con el tema, según se mire, pero sí
dio— como “normales”.
tiene que ver con la España que le
Los cortes, los saltos increíbles tocó vivir cuando él empezaba a in-
en la narración, a veces no eran solo Poco a poco, a medida que los tentar ganarse la vida con la pluma.
culpa de la censura oicial. En mu- acontecimientos bélicos iban cam- Nos contó, con esa gracia especial
chas ocasiones provenían del celo biando las perspectivas, también se de quien ha vivido de su ingeniosa
de cualquier persona con autoridad cambió la posición por estos lares, pluma, que pocas semanas antes de
—cierta o arrogada por su cuenta— desembocando todo ello en unos casarse, estaba el buen hombre sen-
que se creía en el derecho de preser- años cuarenta muy complejos en el tado con su prometida en el parque
var nuestros castos ojos de lo que capítulo de exhibición cinematográ- del Retiro de Madrid, “haciendo
ellos consideraban pernicioso.
ica, creándose unos tremendos hue- manitas”. O sea, de forma harto ino-
Y la lista de lo que pudiera serlo cos en este aspecto. Gran número de cente.visto con los ojos actuales.
daría para buen número de líneas. películas dejaron de verse en nuestro Un guardia urbano le quiso
Empezando, claro, por lo sexual. In- país, aunque se recuperarían —y no imponer una multa por escándalo
cluyo aquí la propia enunciación de todas— con harto retraso.
público, aduciendo que era media
la palabra. Si ya cuando una película Todos estos problemas de exhi- tarde y aún había gente menuda
pasaba censura podía verse acortada bición se solventaron, como tantas por allí. Rafael sacó todo su ingenio
hasta términos increíbles, ello no era otras cosas, mediante un sistema de de guionista —entonces se gana-
óbice para que, al llegar las bobinas producción nacional. Mientras se ba malamente la vida escribiendo
al cine colegial, o sea bastante des- pudo, con ayuda de “los amigos”,
para La Codorniz— para colocarle
gastadas, pudiera ser nuevamente o sea los alemanes y los italianos, y una disertación al guardia urbano,
recortada por el celo de cualquier cuando las cosas empezaron a cam- diciéndole que si tuviera dinero hu-
persona investida de poder, cierto
biar, de forma autárquica. O sea, biera podido ir a un sitio cerrado a
o imaginado, que a la postre daba como en otros aspectos de la vida hacerse carantoñas —la cosa no iba
igual. Porque todo era bueno para cotidiana.
más allá, ni mucho menos— con esa
preservar los tiernos ojos de los es- La historia de la censura en Es- señorita con la cual, curiosamente,
pectadores.
paña ha dado para multitud de anéc- iba a desposarse en breves fechas. Le
Nuestro país se acostumbró —a dotas. Muchas de ellas tienen que espetó un discurso lacrimoso cual si
ver, qué remedio— a convivir con la ver con el ingenio de los realizadores estuviera escribiendo un guion para
censura cinematográica. Podríamos
y productores para burlarla. Tengo
Nino Manfredi —como haría años
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