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animal se come a otro –escribe– es fracaso de esa dialéctica en la que se más interior que lo íntimo mío); 

siempre el semejante del que come”.5 constituye el yo como otro y el otro también en el ensayo Das Unheimlich 
Ese brutal ágape en el que se anula la como yo.
donde Sigmund Freud muestra que 
distancia con el otro es lo revivido en En este punto debemos pregun- lo más inquietante −Das Unheimlich, 

la homophagía báquica.
tarnos ¿quién es el loco, en esta his- lo siniestro− es lo más familiar, o en 
Finalmente, las bacantes retor- toria? Dioniso, el dios del delirio, de 
las denominadas “Cartas del viden- 
nan a la ciudad con sus sangrientos la manía sagrada, llama “locos” (más te” dirigidas por Arthur Rimbaud a 

trofeos. Al frente de la comitiva mar- precisamente, “insensatos”, “impru- Paul Démeny y a Georges Izambard, 
cha Ágave con la cabeza cortada de dentes”: ou sóphron) a Penteo y los 
donde el poeta declara “Je est un au- 
su hijo Penteo hincada en la punta suyos: “No sabes ya −dice Dioniso a tre”. Dioniso encarna esa extrañeza 

de su tirso. El desenlace trágico se Penteo− lo que dices, ni lo que ha- íntima, esa interioridad enajenada. Él 
consuma cuando Ágave vuelve en
ces ni quién eres” (v. 506). Estamos es “el extranjero del interior”.

sí y descubre que ha matado y des- aquí ante una paradoja típicamente El descubrimiento por gran par- 

cuartizado a su propio hijo.
trágica: los “locos” (los secuaces de te de la ilosofía contemporánea de 
Es muy signiicativo que Penteo Dioniso) son los que inalmente es- que, por decirlo con Jean-Paul Sar- 

muera descuartizado. Como nos re- tán en sus cabales (ya que siguen los tre, “Todo está afuera, todo, hasta 

cuerda Lacan, las partes dispersas de preceptos de la piedad tradicional) nosotros mismos”,9 nos permite −y, 
mi cuerpo percibido originariamente mientras que los “cuerdos” (Penteo y tal vez, nos obliga a− conectar con 

como desmembrado se uniican en la su círculo) están locos (por no admi- esta idea griega. Si hay algo origina- 

imagen especular a partir de la cual tir la locura divina). Hay, por lo tan- rio no es el yo y su interioridad sino 
surge el yo. El yo es ese otro imaginario to, una suerte de locura cuerda (la de el afuera cuyo pliegue somos. No hay 

(la imagen especular) que me salva los seguidores de Dioniso) frente a nada dentro de la conciencia, ella es 

de la disolución.6 Esa imagen espe- una cordura loca (la de Penteo y com- clara como un gran viento, no hay ya 
cular no solo conforma el yo, sino pañía). Esto es posiblemente lo que nada en ella, salvo un movimiento 

que, al mismo tiempo, lo enajena de quiere decir la paradójica airmación para huir de sí, un deslizamiento 

sí mismo7. Por eso decir “yo” es decir de Eurípides tò sophón ou sophía, “lo fuera de sí; si, por imposible que 
“otro”. La enajenación constitutiva sabio no es sabiduría” (v. 395).
sea, entrárais «en» una conciencia, 
“
del yo funda por lo tanto la relación seríais tomados por un torbellino y 

de reconocimiento del otro: si yo soy Los griegos, en efecto, arrojados al afuera, cerca del árbol, 
otro, el otro es yo. La existencia del en plena polvareda, pues la con- 

semejante (el otro que es yo) solo es pensaron, asumieron y ciencia no tiene «dentro»; ella no es 

posible porque el yo es originalmente divinizaron en la igura de sino el afuera de ella misma y es esta 
otro de sí.8 El retorno al cuerpo des- huida absoluta, este rechazo a ser 
Dioniso, la parte enajenada 
pedazado de Penteo muestra en él el
substancia lo que la constituye como
“
de nosotros mismos; la que 
10 una conciencia.
pertenece al otro, ese otro El extranjero es eso otro que 
5 G. Bataille, Teoría de la religión, Taurus, 
que nos deine.
somos. Justamente por eso puede 
Madrid, 1975, p. 21.
6 Como escribe Lacan, la propioceptividad del salvarnos de nosotros mismos, de la 
niño (en virtud de su prematuridad isiológica) le locura, de la hýbris identitaria. La xe- 

“entrega el cuerpo como despedazado” (J. Lacan, Los griegos, en efecto, pensaron, nofobia, el miedo al xenós −la pasión 
La familia, Editorial Argonauta, Barcelona, 1978, 
asumieron y divinizaron en la igura de Penteo−, es en realidad el miedo
p. 54). Las fantasías de desmembramiento del de Dioniso, la parte enajenada de a enfrentarnos a nuestra ausencia
cuerpo, así como la de castración tienen su origen 
nosotros mismos; la que pertenece al de identidad, a una interioridad −la 
en esta auto percepción arcaica, así como el instin- 
to de muerte freudiano (“Acerca de la causalidad otro, ese otro que nos deine. Si Pen- nuestra− sin adentro, a la nada que 
psíquica”, en J. Lacan, Escritos I, Siglo Veintiuno teo no sabe quién es, es precisamente somos.

Editores, México, 1984, pp. 176-177). La imagen es- porque no acepta al otro, ese que él, 
pecular tiene, según Lacan, una función salvadora 
en verdad, es. Lo más interior, lo 
de este estado de miseria original.
más íntimo en nosotros es lo ajeno, 
7 J. Lacan, “El estadio del espejo como for- 
mador de la función del yo tal como se nos revela lo que, en cierto modo nos desmien- 

en la experiencia psicoanalítica”, en J. Lacan, te, nos niega. Algunos vislumbres de 
Escritos I, ed. cit., p. 90. Véase tamb. J. Lacan, esta verdad podemos encontrarlos 

“La agresividad en psicoanálisis”, en J. Lacan, en San Agustín, cuando en Confesio- 9 J.-P. Sartre, “Une idée fondamentale de la 
Escritos I, ed. cit., p. 106.
phénomenologie de Husserl : l’intentionalité”, 
nes III, 6, § 11 hace de Dios −que es, 
8 Véase J. Laplanche & J.-B. Pontalis, en tanto que ininito, lo radicalmen- en J.-P. Sartre, Situations philosophiques, Galli- 
Diccionario de psicoanálisis, entrada “Imaginario”, mard, 1990, p. 12.
Paidós, Barcelona, 1996, p. 191.
te otro− interior intimo meo (es decir,
10 Ibid., p.10.


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