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Editorial
De la de
Crisis
Galeano a nuestra
Crisis
Cuando estábamos discutiendo sobre el tema de nuestro editorial una triste noticia desvió nuestra atención:
Eduardo Galeano había muerto. Esto nos obligó a replantear la situación. Aunque no somos dados a los obituarios
laudatorios, no podíamos pasar por alto que nuestro admirado escritor opuso al Imperio USA su anticolonialismo y
a las dictaduras su carácter democrático; convierte así la literatura en una constante reivindicación liberadora, como
queda demostrado en Memorias del fuego, El libro de los abrazos y Las venas abiertas de América Latina, por poner algu-
nos ejemplos.
Pero nuestro interés se centró en que había fundado en 1973, en Buenos Aires, una revista política y cultural junto
con Ernesto Sabato, Juan Gelman, Julia Constenla y Hermenegildo Sábat, entre otros, apoyados por el empresario Fe-
derico “Fico” Vogelius. La revista se llamó Crisis (a propuesta de Sabato, el miembro de más experiencia literaria). De-
bíamos recordar estos hechos, porque aunque el nombre de nuestra Crisis no estuvo inspirado en la existencia de aque-
lla Crisis, nos resulta grata la coincidencia (sobre la que nunca habíamos hablado). Además del nombre de la revista,
que coincide casualmente, existen otros parecidos y muchas diferencias (para empezar, nosotros no tenemos ningún
empresario que nos respalde y que sea capaz de vender un Chagal para mantener la revista); entre las coincidencias
podemos relatar que la creación no fue muy diferente. Nuestra Crisis, como la de Galeano, se puede decir que se creó
en un bar (o en un recorrido de varios bares y de varias citas y encuentros diferentes); nuestro nombre lo propuso Juan
Domínguez Lasierra (nuestro más experto miembro en el mundo de las revistas culturales); a Juan, igual que hicieron
con Sabato, le propusimos que fuese el director y, como buen experto, se negó; una parte importante de nuestra revista
es la entrevista y el cuadernillo o tema central (esta coincidencia con la argentina aparenta ser más común con otras
muchas revistas); llegamos a pensar en escribir Krisis (con “k”) tal como se le ocurrió a Sabato, pero desistimos ensegui-
da; cuando descubrimos que el nombre ya lo usaba otra revista añadimos aquello de Revista de crítica cultural para dis-
tinguirnos (eso mismo tuvieron que hacer en el año 1973 cuando descubrieron que la marca ya estaba registrada). Esas
y muchas otras cuestiones, además de la preocupación por la creación de debates y la presencia de la crítica y del pen-
samiento en todos los temas culturales o el hacer de la revista un lugar de encuentro (en la Crisis de Galeano también
participaron un buen número de irmas conocidas y otras desconocidas en su momento que, casualmente, alcanzaron
renombre más adelante) son algunas de las coincidencias.
En in, que nos ha parecido que reconocer la valía de Eduardo Galeano también nos brindaba la ocasión de llamar la
atención sobre algunos de aspectos más llamativos de nuestra identidad. Esperamos no haber fracasado en el intento.
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