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Sobrevivir

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Tratar de vivir es complicado. Y más cuando va acompañado de prefijos. Sobre ese verbo me é
limitaré a recordar algunas de sus acepciones principales en el diccionario académico: ‘tener vida’, ó
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‘pasar o mantener la vida’, ‘habitar en un lugar o país’; asimismo, ‘mantenerse o durar en la fama é
o en la memoria después de muerto’, ‘estar presente o perdurar en la memoria, en la voluntad o ó
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en la consideración’ y ‘acomodarse a las circunstancias o aprovecharlas’. Más me detendré en las í
formas prefijadas con sobre-, que responde a una evolución regular, y en su paralelo etimológico íá
super-, puro latn. Su vaivén ante vivir y otros vocablos de su misma familia léxica resulta des- íó

concertante: decimos habitualmente sobrevivir y apenas supervivir; sin embargo, usamos con más üé
frecuencia el derivado supervivencia que su sinónimo sobrevivencia y alternamos el empleo de los í

adjetivos superviviente y sobreviviente, aunque probablemente se prefiera aquel (y solo en el Dere- áí
cho vive suprstite, latinismo crudo).
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La historia lingstica puede darnos algunas claves a través de una interesante variación de éé
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evoluciones cultas y patrimoniales. La palabra latina supervivere fue modificándose poco a poco 
hasta llegar a la forma sobrevivir (sobrebiuir, sobreuiuir, etc.), que está presente en el Vidal Mayor o áó
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en el Fuero de Teruel. La consulta de los corpus léxicos diacrónicos permite observar que es a partir 
de los Siglos de Oro cuando sus localizaciones (como las de sobreviviente) comienzan a aumentar 
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en textos de dispar tipologa (fueros, crnicas, testamentos o textos literarios). Veamos un ejem- 
plo de las Rimas de Bartolom Leonardo de Argensola (1562-1631): «Trocadas, pues, las vezes en mi 
suerte, / a mis posteridades sobrevivo; / mas si en tu aprovación no me renuevo, / del culto de las 

artes ¿qu recivo?». Sobrevivencia parece voz tardía (siglo XVII) y poco usada, aunque la literatura 
moderna de aqu y allende el Atlntico nos regala testimonios reseñables (en la prosa de Unamu- í

no, Cortzar o Neruda, entre otros).
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¿Y supervivir? Suele decirse que es derivado regresivo de superviviente. Quizá. En todo caso, á

ese cultismo debe de ser posterior al que encabeza estas líneas: en los citados corpus, casi todos 
sus testimonios son del siglo XX, aunque alguno aislado hay desde el XVI. Más frecuente ha sido éí
el derivado supervivencia, desde el XVII, y el adjetivo superviviente, desde mediados del XIX. Lo 

emple Joaqun Costa al analizar las designaciones de ciertos predios, en unos párrafos que se í
diran sacados de un tratado filolgico: «En cuanto  vita, trmino usado actualmente en el terri- 

torio de Len y Valladolid [...] es manifiestamente latino y ha de entenderse en el sentido en que 
se dice vita ‘pensio annua ad vitam vel ususfructus’ [...]. ¿Tendramos aquí un superviviente del 

vocabulario de los arvacos?» (Colectivismo agrario, 1898).

De los diversos valores de estos prefijos interesan aqu los que la Academia llama «gradativos 
y escalares» (Nueva gramtica, 2009). Lo que ocurre es que en la palabra que ha motivado estas 

lneas el concepto de ‘exceso’ (presente, por ejemplo, en sobreabundar o sobrevalorar) se interpreta

a partir de la nocin de ‘lmite’. As es: sobrevivir, dicho de una persona, significa ‘vivir después


de la muerte de otra o despus de un determinado suceso’; y, dicho tanto de una persona como de 
una cosa, ‘permanecer en el tiempo, perdurar’ (comprense estos valores con los del simple vivir y 

advirtase que —es un decir— sobrevivir parecera innecesario); junto a estas acepciones recogen 
los diccionarios la de ‘vivir con escasos medios o en condiciones adversas’.

Una vez ms se comprueba que, a lo largo de la historia, los hablantes podemos elegir entre 
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distintas posibilidades que la lengua nos ofrece y, en ocasiones, optamos por recrear lo originario, é
mudando as la herencia lingstica patrimonialmente transmitida.



Vicente Lagns


















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