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sobre los medios de comunicación chirrido en los oídos de los censores 

en ciertos regímenes (dictatoriales o de la opinión pública, pero lo cierto 
no) puede despertar el rechazo de la 
es que cada cual debe poder hacer y 
opinión pública y, aún más profun- decir lo que quiera (o casi) sin que 

damente, del individuo cuya expre- deban alzarse voces ofendidas por 
sión se mutila.
los rincones de las calles y las redes 
Con el in de no extenuar en sociales. Huyamos de esa exaltación 

exceso al lector nos centraremos
impostada, de esa pasión por las 
en este artículo únicamente en la 
quemas de brujas que aún parece 
censura de la opinión pública. Entre perdurar en nuestro genoma, deje- 

otros motivos porque esta censura mos de juzgar y de censurar cuanto 
es la que, de un tiempo a esta parte, se sale un poco de la norma, cuanto 

resulta a quien esto escribe, la más tiene un aire diferente.

extenuante. Y es que la opinión pú- Pensemos que en una democra- 
blica se ha convertido en una verda- cia lo complicado no es tener una 

dera herramienta censora que pasa opinión propia y poder expresarla, 

cualquier comentario u opinión por sino tener que convivir con otros 
el trillo de lo políticamente correc- que tienen una opinión diametral- 

to, de “lo que debe ser”, atacando a mente opuesta (y aceptar que pue- 

q“uien osa sacar los pies del tiesto.
dan ser, incluso, mayoría parlamen- 
taria.). Mucho se ha criticado (y se 

criticará viendo el cariz que toman 
Huyamos de esa 
algunos asuntos) la censura del es- “
exaltación impostada, de esa tado, pero no es menos censurable 

pasión por las quemas de (permítaseme la redundancia) ese 

brujas
pequeño inquisidor mal encarado 
siempre atento al vecino que todos 

a“lbergamos dentro de nosotros.

En un mundo donde todo tiene un 
precio, especialmente los votos, el 
En una democracia
concepto de “lo que vende” hace 
lo complicado no es tener 
que las ideas que hay detrás pierdan 
todo el sentido. Alardeamos de so- una opinión propia y poder 

ciedad plural (y no negaré que esta- 
expresarla, sino tener que 
mos mejor que hace 70 años), pero “
existen opiniones que no se pueden convivir con otros que tienen 

manifestar en voz alta sin que una una opinión diametralmente 

mirada de desaprobación recorra opuesta
los rostros de tus interlocutores, 

comentarios que ofenden sensibi- 

lidades de piel ina, palabras que Quemémosle a él en la hoguera.
jamás deben ser pronunciadas. El Y recordemos aquella sentencia 

humor negro es ahora perseguido atribuida a Voltaire quien, por otra 

como un atentado a la pluralidad parte, sufrió en sus propias carnes 
por la opinión pública e incluso, y el poder de la censura: “Estoy en 

esto es más grave, por la ley. En al- desacuerdo contigo, pero defenderé 

gún momento hemos olvidado que hasta la muerte tu derecho a de- 
las palabras son algo más que me- cirlo”. Porque, a veces, parecemos 

ras expresiones de intención, que
olvidar que nuestra verdad no es la 

se puede decir lo que no se piensa única Verdad.
(incluso lo contrario a lo que se 

piensa). La ironía, los juegos de pa- 

labras, el contexto, la provocación, 
el simple comentario jocoso. Son 

elementos que pueden provocar un


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