Page 4 - Crisis17
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Incertidumbre
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Burla burlando van nueve delante. Me estrené en Crisis con humor, allá por diciembre 
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de 2015. Vinieron después otros sustantivos con marcado valor positivo (verdad, utopía) y 
algunos más cuya evocación misma nos lleva al desasosiego (censura, desconcierto, frontera). 
Me atrae el péndulo y suele incomodarme menos la academia que la fútil búsqueda de un cen- 
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tro indefinido. Y hoy, cinco años después, los responsables de la revista han querido situarnos óé
a sus colaboradores y lectores ante la incertidumbre, sentimiento este que causa zozobra a la ó

mente humana, como suelen repetir quienes estudian la psique y sus derivas, de acuerdo con í
la mxima «natura abhorret vacuum, tanquam humana mens abhorret incertitudinem».
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La evolucin al castellano de este acusativo latino es un clásico en las pruebas de Fonéti- óá
ca Histrica, materia en general temida por los aprendices de filólogos porque —hasta duele 
escribirlo— se sienten torpes e indefensos cuando tienen que acercarse a la lengua que fue íñ
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madre de la nuestra. Confo en que los lectores de estas líneas sabrán disculpar que, aunque á
est tentado a hacerlo, no entre en cuestiones de tan ardua disciplina que pudieran expli- 
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carnos por qu de -udinem, a travs de -umine(m), se llega a -umbre. No quiero adentrarme óá
tampoco en terrenos propios de los sesudos morfólogos que, entre otras cosas, se dedican a úó

diseccionar las palabras para ver cmo están constituidas. En suma, baste con decir aquí que 
procede incertidumbre directamente de un étimo ya derivado en la principal lengua del Lacio 
y, en lo esencial, sin modificar su significado.
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En el fondo, todas las abundantes unidades de esta familia léxica (acertar, acierto, certeza, á
certificar, certificado, incierto, etc.) giran en torno a la idea de que lo cierto es lo ‘conocido como 
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verdadero, seguro, indubitable’, segn la definicin de ese adjetivo en el académico Diccio- 
nario de la lengua espaola (ya saben, el que antes llamábamos DRAE, rebautizado en su 24.a 

edicin). Entre esas voces, claro est, se encuentra incertidumbre, que con el correr del tiempo 
hizo que sus sinnimos incertitud e incertinidad quedaran arrumbados. El valor semántico no 
admite dudas: ‘falta de certidumbre o de certeza’. Y la certeza es, conforme a la propuesta del 

citado repertorio, el ‘conocimiento seguro y claro de algo’, así como la ‘firme adhesión de la 
mente a algo conocible, sin temor de errar’.

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Hasta el siglo XIV, apenas se halla certidumbre en las fuentes medievales que manejo
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(se emplea, por ejemplo, en las obras de Fernndez de Heredia, a quien cada vez más rei- 

vindicamos desde Aragn, si bien menos de lo que se merece). Tampoco, como es natural, 
incertidumbre. Empez este trmino a utilizarse en textos cultos del XV y, sobre todo, del ú
XVI (traducciones de obras clsicas, tratados mdicos, textos histricos y religiosos, etc.).


Lo emplearon algunos grandes escritores (Cervantes, Lope o Tirso de Molina). En el Tesoro 
de la lengua castellana o espaola (1611) de Covarrubias, nuestro vocablo an no tenía entrada 

propia, pero s figuraba en la definicin de incierto ‘lo dudoso, incertidumbre’, lo cual revela 
que deba de ser usual en la poca. Desde entonces, los registros son numerosos. No escasean 

las menciones tcnicas (como en la referencia al principio homnimo de Heisenberg), pero 
lo que en este final viene a mi memoria es una hermosa frase que en El amor en los tiempos del 
clera nos dej Garca Mrquez: «todos tenan un temblor evasivo en la voz y una incertidum- 
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bre en las pupilas que traicionaban a las palabras».
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Vicente Lagns



















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